TERRORISMO
INTERNACIONAL
Estados Unidos y sus aliados siguen
concentrándose en hacer que a los gobiernos les resulte más lucrativo apoyar, tolerar y dedicarse al terrorismo
internacional. Está generalmente reconocido que el apoyo estatal a los grupos
terroristas da a éstos mayor capacidad de acción y dificulta la tarea de las
fuerzas encargadas de luchar contra el terrorismo.
Con objeto de presionar a los gobiernos a
poner fin a dicho apoyo, las leyes de Estados Unidos imponen restricciones
comerciales y de otra índole a los países que, a juicio del secretario de
Estado, han apoyado repetidamente la comisión de actos de terrorismo
internacional al proporcionar apoyo, entrenamiento, pertrechos, o refugio a los
terroristas.
Estados Unidos incluye actualmente a Cuba,
Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, Sudán y Siria en la lista de países que
apoyan al terrorismo. Esta lista se envía anualmente al Congreso, aunque, en
cualquier momento y si así lo justifican las circunstancias, se pueden añadir o
retirar países de esta lista. Cuba ya no puede apoyar activamente la lucha
armada en América Latina u otras partes del mundo a causa de las graves
dificultades económicas por las que atraviesa. Si bien no hubo pruebas directas
de que auspiciara actos terroristas en 1995, el gobierno cubano sigue
ofreciendo refugio a varios terroristas internacionales. Cuba no ha renunciado
al apoyo político de grupos que se dedican al terrorismo internacional. Irán
siguió siendo en 1995 el Estado que apoya más activamente al terrorismo
internacional. Aunque Teherán trató de proyectar una imagen moderada en el
occidente, siguió asesinando a disidentes en el extranjero y apoyando y
financiando a grupos que constituyen una amenaza para los ciudadanos
estadounidenses. Las autoridades iraníes reiteraron la validez de la sentencia
de muerte impuesta al escritor británico Salman Rushdie, aunque algunos altos
funcionarios iraníes alegaron que el gobierno de Irán no cumpliría la amenaza.
Ninguno de los actos de terrorismo atribuidos
a la Hezbollah libanesa respaldada por Irán en 1995 revistieron la gravedad del
que provocó la explosión de un centro cultural judío en Buenos Aires en julio
de 1994, el que se cree que fue perpetrado por Hezbollah. Esta organización
siguió tratando de socavar el proceso de paz en el Oriente Medio y oponiéndose
a los intereses occidentales en el Mediano Oriente.
Irán también apoya a otras organizaciones
radicales que cometen actos de terrorismo contra el proceso de paz, entre ellas
HAMAS, la
Jihad Islámica Palestina y el Frente Popular para la
Liberación de Palestina--Comando General. También ofrece refugio al Partido
Obrero de Kurdistán (PKK), grupo terrorista que lucha por un estado kurdo
independiente y que en 1995 realizó numerosos actos terroristas contra intereses
turcos. En 1995, se registraron diversos actos de violencia política en el
norte de Irak que siguieron la norma de Bagdad de usar el terrorismo contra la
población local y los desertores del régimen. Algunos de los más destacados
fueron el ataque con bombas al Congreso nacional iraquí y el envenenamiento de
una serie de desertores del régimen. Irak continúa dando refugio a varios
grupos terroristas.
Libia siguió desafiando un año más las
demandas de las Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
aprobadas en respuesta a su participación en los ataques con bombas contra los
vuelos Pan Am 103 (1988) y UTA 722 (1989). Estas resoluciones le exigen a Libia
entregar a dos agentes de los servicios de inteligencia acusados del ataque
contra el vuelo de Pan Am 103 para ser procesados; cooperar con las autoridades
de Estados Unidos, el Reino Unido y Francia en la investigación de los ataques
contra Pan Am y UTA; pagar indemnizaciones a las víctimas y poner fin a todo
apoyo al terrorismo. En vez de eso, Libia siguió promoviendo "fórmulas de
avenencia" falsas, dirigidas a diluir o evadir las resoluciones.
También siguió albergando a grupos terroristas
como la Organización Abu
Nidal. Además, una investigación del asesinato del dirigente
de la Jihad Islámica
Palestina Fathi Shaqaqi en Malta, en octubre de 1995, reveló
que éste había sido un antiguo cliente libio. Trípoli siguió, asimismo,
hostigando e intimidando a la comunidad Libia en el exilio; se cree que fue
responsable del secuestro del residente de Estados Unidos Mansur Kikhia en
diciembre de 1993 y los exiliados libios le acusaron del asesinato de un
miembro de la oposición Libia en Londres en noviembre de 1995. En 1995, el
encargado de negocios libio en Londres fue expulsado por amenazar y vigilar a
los exiliados libios en el Reino Unido. No existen indicios de que Corea del
Norte (la República
Popular de Corea) haya auspiciado actos de terrorismo desde
1987. Desde 1993 la
República Popular de Corea ha realizado varios esfuerzos para
reiterar su oposición a todas formas de terrorismo internacional.
Desde 1970, el gobierno de la República Popular
de Corea ha dado refugio a varios miembros de la Liga Comunista Japonesa--Facción
del Ejército rojo--, que participaron en un secuestro aéreo en 1970. Sudán
atrajo la atención en 1995 como centro de actividades terroristas. Para fines
de año estaba en malas relaciones con muchos de sus vecinos. Uganda y Eritrea
habían roto las relaciones diplomáticas con Jartún por el apoyo de éste a
grupos armados en dichos países.
Etiopía y Egipto acusaron a Sudán de
complicidad en uno de los actos terroristas más notorios del año: el atentado
fallido contra el presidente egipcio Hosni Mubarak en Addis Abbeba, el 26 de
junio, atribuido a al-Gana'at al-Islamiyya (Grupo islámico) egipcio. Algunos
participantes en el atentado que fueron capturados por la policía etíope
incriminaron al gobierno sudanés, controlado por el Frente Islámico Nacional,
en planear el delito y entrenar a los que e lo llevaron a cabo. Se cree que tres
de los conspiradores están en Sudán. Cuando Jartún se negó a cooperar en la
captura de éstos, la Organización para la Unidad Africana
pidió a Sudán que entregara a los sospechosos.
Además, Sudán sigue albergando a Osama Bin Laden,
importante financiero del terrorismo, y a miembros de algunos de los grupos más
violentos, como el Grupo islámico, la Organización Abu
Nidal, la
Hezbollah libanesa y HAMAS. Jartún es un importante punto de
tránsito y base de una serie de grupos terroristas. No existen pruebas de que
las autoridades sirias hayan participado directamente en planear o ejecutar
ataques terroristas desde 1986. No obstante, Siria sigue dando refugio y apoyo,
dentro de su territorio y en zonas de Líbano bajo su control, a grupos
terroristas tales como el Frente Popular para la Liberación de
Palestina--Comando General de Ahmad Jibril, la Jihad Islámica
Palestina, el Ejército Rojo Japonés y el Partido Obrero de
Kurdistán.
Siria ha permitido a Irán reabastecer a
Hezbollah por intermedio de Damasco, pero sigue restringiendo las actividades
internacionales de algunos de estos grupos.
ESTADOS
UNIDOS NO ESTÁ INMUNE
Estados Unidos y sus ciudadanos siguen siendo
un blanco principal del terrorismo internacional, aunque dentro de sus
fronteras se han registrado relativamente pocos actos terroristas.
Los siguientes son extractos de un informe
sobre "Terrorismo -- Antecedentes y Cuestiones para el Congreso"
preparado en septiembre de 1996 por el Servicio de Estudios Legislativos
(Congressional Research Service o CRS) de la Biblioteca del Congreso.
Contexto histórico
En años recientes el terrorismo ha sido
considerado primordialmente como una cuestión internacional y de política
exterior. Esta noción ha sido apoyada por numerosos actos de terrorismo auspiciados
por Estados y de grupos con sede en otros países.
Aunque Estados Unidos es un blanco principal
del terrorismo internacional --en 1994, el 24 por ciento de todos los
incidentes terroristas en todo el mundo fueron perpetrados contra ciudadanos o
propiedades estadounidenses-- la vasta mayoría de esas acciones ocurren en
territorio extranjero. La percepción que tiene el público estadounidense del
terrorismo como una cuestión primordialmente internacional, sin embargo, podría
estar cambiando después de los ataques con bombas contra el Centro Mundial de
Comercio en Nueva York y el edificio del gobierno federal en Oklahoma City.
Aunque Estados Unidos históricamente no ha
sido inmune a los actos terroristas, fueron relativamente pocos los que
ocurrieron dentro de sus fronteras. Por ejemplo, el FBI informa que entre los
años 1982 y 1992 hubo un total de 165 actos terroristas dentro de Estados
Unidos. Estas acciones incluyeron ataques con bombas, destrucción maliciosa de
la propiedad, actos de sabotaje, toma hostil, incendios, secuestros, asaltos,
presuntos asesinatos, asesinatos, robos, intentos de robo y secuestro de medios
de transporte.
A lo largo de la historia de Estados Unidos ha
habido actos de terrorismo y violencia política. Por ejemplo, los ataques del
Ku Klux Klan contra los negros tuvieron origen en la era de la reconstrucción
después de la guerra civil estadounidense (1861-64), y algunas actividades del
Klan persisten todavía en la actualidad.
Antes del surgimiento del Klan existió el
"movimiento nativista", que se manifestó por primera vez a comienzos
de la década de 1850 y recurre de vez en cuando. Fundado en la desconfianza
hacia los extranjeros y los inmigrantes, fue particularmente antagónico a los
irlandeses que llegaron a Estados Unidos alrededor de 1840.
Más recientemente, el terrorismo interno
pareció surgir con la oposición popular a los líderes políticos e instituciones
de gobierno de la década de 1960. Durante ese período, ciertos movimientos y
grupos de interés, la mayoría de los cuales abrazaba diversas ideologías de
extrema izquierda, recurrieron a prácticas extremas o acciones terroristas para
promover el cambio o destrucción de lo que percibían como desigualdades
sociales dentro de Estados Unidos y contra la intervención militar de Estados
Unidos en el sudeste de Asia....
El ataque con bomba al Centro Mundial de
Comercio en Nueva York el 26 de febrero de 1993, colocó la amenaza interna del
terrorismo internacional ante a la atención pública estadounidense. Un tribunal
federal declaró culpables del ataque a cuatro hombres y los condenó a cadena
perpetua. Varios meses después, la policía descubrió otro complot de un grupo
relacionado de conspiradores para atacar con bombas túneles, puentes y otros
lugares críticos dentro y alrededor de la ciudad de Nueva York.
El 1 de octubre de 1995, un tribunal federal
declaró culpables a nueve hombres, incluso el clérigo musulmán extremista
egipcio y líder espiritual de grupos musulmanes extremistas en Estados Unidos
Sheik Omar Abdel-Rahman, de conspirar para cometer asesinatos y atacar con
bombas lugares conocidos de Nueva York....
El ataque con bomba de Oklahoma City
El 19 de abril de 1995 detonó una bomba que
destruyó el edificio de oficinas federales Alfred P. Murrah en Oklahoma City,
dando muerte a 168 personas. Otras 500 personas resultaron heridas en la
explosión, con lo cual el ataque quedó registrado como el peor incidente
terrorista que haya ocurrido jamás en Estados Unidos....
A pocas horas del ataque, la policía arrestó a
un sospechoso, Timothy James McVeigh, inicialmente en relación con una
infracción de tránsito, y el 10 de mayo de 1995 presentó cargos en relación con
ese atentado contra Terry Lynn Nichols, un amigo de McVeigh quien había sido
detenido como testigo material. McVeigh y Nichols supuestamente tienen vínculos
con milicias ciudadanas paramilitares en Michigan y Arizona, y desde el ataque
la atención oficial y de la prensa se ha concentrado en estos grupos. El 16 de
agosto de 1995,los dos sospechosos fueron presentados ante un tribunal federal.
Ambos se declararon Inocentes.
RESPUESTA
DE ESTADOS UNIDOS PARA COMBATIR EL TERRORISMO
Mucho de la política de Estados Unidos contra
el terrorismo tomó forma en reacción al asesinato de atletas israelíes en las
Olimpíadas de Munich en 1972. Mucho de la política permanece inalterado, pero
el impulso se hizo cada vez más enérgico a medida que los ataques terroristas
contra personas estadounidenses en el extranjero fueron más frecuentes y
mortíferos en la década de 1980. El Congreso aprobó una serie de leyes para
identificar claramente al terrorismo como delito, establecer procedimientos
para capturar y castigar a los perpetradores en todo el mundo, y requerir o
permitir sanciones contra países que apoyan el terrorismo.
No toda la legislación federal general se
refiere explícitamente al terrorismo interno. Por ejemplo, un acto terrorista
podría ser un intento o ataque con bomba, robo a mano armada, incendio,
asesinato, asalto, ataque con cohetes, secuestro de medios de transporte, secuestro
de personas o toma de una embajada extranjera. Todas estas actividades son
violaciones de las leyes federales o estatales y, según sea el motivo, podrían
ser actos terroristas. El FBI define al terrorismo como "el uso ilegal de
la fuerza o la violencia contra las personas o la propiedad para intimidar o
coaccionar a un gobierno, a la población civil o a cualquier segmento de los
mismos, en procura de objetivos políticos o sociales". Entre 1989 y fines
de 1993 se registraron 23 actos de terrorismo en Estados Unidos.
En la estructura legal federal actual se trata
el terrorismo de diversas maneras. Los actos extraterritoriales de toma de
rehenes o terrorismo dirigido contra ciudadanos estadounidenses o acciones
dirigidas a coaccionar a Estados Unidos son delitos federales.
Bajo la Ley Pública 104-132 (promulgada como ley por el
presidente Clinton el 24 de abril de 1996), ciertos actos de terrorismo que
trascienden las fronteras nacionales son delitos federales, al igual que las
conspiraciones dentro de jurisdicción de Estados Unidos para matar, secuestrar,
mutilar o herir a personas o dañar propiedades en un país extranjero....
La ley de inmigración actual permite la
exclusión de extranjeros que han participado en actividades terroristas o de
extranjeros de quienes un oficial consular o el Secretario de Justicia saben o
tienen bases razonables para creer que probablemente incurrirán en actividades
terroristas después de su entrada.
ESFUERZOS
INTERNACIONALES
Los administraciones estadounidenses
anteriores han empleado una gama de opciones para combatir el terrorismo
internacional, incluso el uso de la fuerza militar. Los gobiernos extranjeros
que apoyan al terrorismo internacional (identificados como tales por el
Departamento de Estado) están excluidos de recibir ayuda exterior
estadounidense y están prohibidos los créditos de exportaciones a esos
gobiernos. Además, está prohibida la exportación de municiones a esos países.
También es digno de atención el programa del Departamento de Estado de
asistencia contra el terrorismo, que proporciona entrenamiento y equipo a los
gobiernos extranjeros para ayudarles a mejorar su capacidad antiterrorista....
La mayoría de los expertos concuerdan en que
la manera más eficaz de combatir el terrorismo es conseguir tanta información
de inteligencia como sea posible y trastornar los planes y organizaciones
terroristas antes de que actúen, y también organizar la cooperación
multinacional contra los terroristas y los países que los apoyan. La acción de
las Naciones Unidas contra Libia es un ejemplo de esto último. La negativa de Libia
a cumplir con un plazo de la ONU
para entregar a los sospechosos de dos ataques con bombas contra aviones en
1988 y 1989 resultó en sanciones ordenadas por la ONU que entraron en vigor el
15 de abril de 1992.
La acción de la ONU contra Libia fue importante pues se trató de
la primera coalición mundial contra un país acusado de terrorismo
internacional. Varios factores hicieron posible la acción: Primero, el
terrorismo ha tocado a muchos más países en los años recientes, forzando a los
gobiernos a dejar de lado intereses de miras estrechas. (Ciudadanos de más de
30 países murieron en los ataques con bombas auspiciados por Libia). Segundo,
el fin de la guerra fría contribuyó a aumentar la cooperación internacional
contra el terrorismo. Y tercero, la determinación de Estados Unidos de castigar
a los países terroristas una vez que se ha establecido su complicidad --con la
fuerza militar en algunos casos-- fue un factor importante para alentar a otros
países a unirse a las acciones auspiciadas por la ONU.
Llevó mucho tiempo para que la comunidad
internacional se uniera contra un estado terrorista. La mayoría de los
gobiernos ha preferido tratar el terrorismo como un problema interno sin
interferencia extranjera. Algunos gobiernos temían también participar y
posiblemente atraer terrorismo adicional como represalias. Otros eran
reticentes a participar en sanciones si sus propios intereses comerciales
podían sufrir daño, o simpatizaban con la causa de los perpetradores. Estos
impedimentos no han desaparecido. Y finalmente, persiste el problema de definir
el terrorismo sin abandonar la protección tradicional a las personas que huyen
de la persecución por crímenes políticos.
Un instrumento policial valioso para combatir
al terrorismo internacional es la extradición de los terroristas. La
extradición internacional tradicionalmente ha estado sujeta a limitaciones.
Estas incluyen la negativa a extraditar por delitos políticos o extraterritoriales
y la negativa de algunos países de extraditar a sus ciudadanos. Estados Unidos
ha alentado la negociación de acuerdos con menos limitaciones, en parte como
medio de facilitar el traslado de los terroristas buscados por la ley.
Debido a que el terrorismo involucra violencia
políticamente motivada, el Departamento de Estado ha procurado recientemente
reducir la disponibilidad de la excepción de la ofensa política para evitar la
extradición por ciertos tipos de actos violentos. Sin embargo, algunos aducen que
reducir la excepción de la ofensa política y otras restricciones de la
extradición podría ser impropio cuando se trata con gobiernos que no son
democráticos.
LIMITACIONES
CONSTITUCIONALES/LEGALES
Al responder a los riesgos de la actividad
terrorista, aquí y en el extranjero, es necesaria la sensibilidad a las
protecciones constitucionales. Por ejemplo, durante las investigaciones de
denuncias de posible actividad terrorista, podrían estar involucradas la
prohibición contra allanamientos y confiscaciones irrazonables de la Cuarta Enmienda,
la protección de las libertades de expresión y de asociación de la Primera Enmienda,
la protección del derecho de portar armas de la Segunda Enmienda,
y los derechos de debido proceso legal bajo las enmiendas Quinta y
Decimocuarta. La estructura constitucional establece los límites exteriores
dentro de los cuales debe conducirse toda investigación oficial.
EL
TERRORISMO POSTMODERNO
El terrorista del futuro será menos
ideológico, tenderá más a abrigar resentimientos étnicos, será más difícil de
distinguir de otros criminales y constituirá una amenaza especial para las
sociedades tecnológicamente avanzadas.
REGLAS
NUEVAS DE UN VIEJO JUEGO
Cuando el siglo XIX llegaba a su fin, parecía
que nadie estaba inmune a un atentado terrorista. En 1894 un anarquista
italiano asesinó al presidente francés Sadi Carnot. En 1897 unos anarquistas
apuñalaron mortalmente a la emperatriz Isabel de Austria y mataron a Antonio
Cánovas, el primer ministro español. En 1900 Umberto I, rey de Italia, cayó
víctima de otro atentado anarquista; en 1901 un anarquista estadounidense
asesinó a William McKinley, presidente de Estados Unidos. El terrorismo se
convirtió en la principal preocupación de los políticos, jefes de policía,
periodistas y escritores, desde Dostoevski hasta Henry James. Si en el año 1900
se hubieran reunido los líderes de las principales potencias industriales, la
mayoría habría insistido en asignar alta prioridad al terrorismo en su orden
del día, como lo hizo el presidente Clinton en la reunión del Grupo de Siete,
luego de la explosión de junio en las instalaciones militares estadounidenses
en Dhahran, Arabia Saudita.
Desde esta perspectiva el resurgimiento
reciente de la actividad terrorista no es especialmente amenazante. Según el
informe anual del Departamento de Estado sobre la materia, el año pasado murió
menos gente en incidentes de terrorismo internacional (165) que el año anterior
(314). Sin embargo, estas cifras prácticamente no significan nada, -- debido a
los incidentes que no tienen en cuenta y aquéllos que incluyen. Las
definiciones actuales del terrorismo no captan la magnitud del problema en todo
el mundo.
El terrorismo ha sido definido como el uso de
violencia o amenaza de violencia por individuos a nivel subestatal con el
propósito de sembrar el pánico en una sociedad, para debilitar e incluso
derrocar las autoridades titulares y causar un cambio político. En ocasiones se
transforma gradualmente en guerra de guerrillas (aunque a diferencia de las
guerrillas, los terroristas son incapaces o no están dispuestos a tomar y
retener territorio) y aún en un sustituto de la guerra entre estados. En su
larga historia el terrorismo ha hecho su aparición en muchas formas; hoy la
sociedad se enfrenta no a un terrorismo sino a muchos terrorismos.
Desde 1900 la motivación, la estrategia y las
armas han cambiado en cierto modo. Los anarquistas y los grupos terroristas de
izquierda que les sucedieron, hasta los Ejércitos Rojos que operaron en
Alemania, Italia y Japón en los años setenta, han desaparecido; si mucho, la
iniciativa pasó a la extrema derecha. Ahora, la mayor parte del terrorismo
internacional e interno, sin embargo, no es de izquierda ni de derecha, sino de
inspiración etnoseparatista. Los separatistas étnicos tienen más fuerza para
resistir que los motivados por ideologías, ya que los sostiene una reserva
mayor de apoyo público.
El cambio más grande en décadas recientes
radica en que el terrorismo no es, de ningún modo, la única estrategia de los
militantes. La
Fraternidad Musulmana, de múltiples ramales, los hamas
palestinos, el Ejército Republicano Irlandés (IRA), los Tigres Tamiles de Sri
Lanka, los extremistas kurdos de Turquía e Irak, el movimiento Patria y
Libertad del País Vasco (ETA) en España y muchos otros grupos que han surgido
en este siglo, han tenido facciones políticas, así como terroristas desde el
comienzo. El brazo político suministra servicios sociales y educación,
administra los negocios y disputa elecciones, mientras que el "ala militar"
realiza emboscadas y asesinatos. Esta división del trabajo tiene sus ventajas:
El liderazgo político puede desasociarse públicamente cuando los terroristas
cometen un acto particularmente atroz u ocurre algún fracaso. En estos casos la
afirmación de falta de control puede ser bastante real, ya que el ala armada
tiende a independizarse; con frecuencia los hombres y mujeres con armas de
fuego y bombas pierden de vista los objetivos más amplios del movimiento y
terminan perjudicando más que ayudando.
Las operaciones terroristas también han
cambiado algo. El secuestro de aviones es ahora raro porque los aviones
secuestrados no pueden permanecer en el aire indefinidamente y pocos países
están dispuestos a permitir que aterricen y quedar así con el estigma de apoyar
abiertamente el terrorismo. Por otra parte, los terroristas vieron rendimientos
decrecientes en este tipo de secuestros. La tendencia actual parece ser la de
disminuir el ataque a objetivos específicos, como por ejemplo las autoridades
del bando contrario, y llevar a cabo, en cambio, asesinatos indiscriminados.
Aún más, la línea divisoria entre el terrorismo urbano y otras tácticas se ha
vuelto menos definida, a la vez que la línea entre el terrorismo políticamente
motivado y las operaciones del anarcosindicalismo nacional e internacional, en la Unión Soviética,
América Latina y otras partes del mundo, es a menudo imposible de discernir
para los extraños. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre el
crimen internacional y el terrorismo: Las mafias no tienen interés en derrocar
los gobiernos y debilitar la sociedad en forma decisiva; en realidad, tienen
intereses adquiridos en una economía próspera.
Los malentendidos, no sólo de orden semántico,
rodean las varias formas de violencia política. Un terrorista no es un
guerrillero, estrictamente hablando. Ya no hay guerrilleros, estilo maoista,
empeñados en la liberación de territorios que se conviertan en la base de la
oposición a la sociedad y un ejército permanente que luche contra el gobierno
central, salvo quizás en lugares remotos como Afganistán, Filipinas y Sri
Lanka. El término "guerrillero" ha tenido una larga vida, en parte
porque los terroristas prefieren ese nombre por sus connotaciones más
positivas. Persiste también porque los gobiernos y los medios de información en
otros países no quieren ofender a los terroristas llamándolos terroristas. La
prensa francesa e inglesa no soñaría en referirse con otro nombre a los
terroristas de sus países, pero llama militantes, activistas, luchadores por la
liberación nacional, e incluso "personas con armas", a los
terroristas de otros países.
Ha echado raíz la creencia de que las misiones
terroristas de voluntarios empeñados en suicidarse constituyen una nueva
tendencia radical y peligrosa porque es imposible impedirlas. Sin embargo, ese
es un mito, como tantos otros en los que siempre se ha envuelto el terrorismo.
Los que explotan bombas y están dispuestos, y en efecto ansiosos de volarse a
si mismos, han existido en todas las épocas y tradiciones culturales, afiliados
a tendencias políticas que van desde el izquierdismo de la brigada Baader-Meinhof
de los años setenta en Alemania, hasta el extremo de derecha. Cuando el
ejército japonés quería pilotos kamikaze, a finales de la Segunda Guerra Mundial,
miles de voluntarios se apresuraron a ofrecer sus servicios. Los jóvenes árabes
que actúan como bombas humanas en los autobuses en Jerusalén y buscan la
recompensa de las vírgenes en El Paraíso, son un eslabón en esta vieja cadena.
El terrorismo auspiciado por los estados no ha
desaparecido. Los terroristas ya no pueden contar con la Unión Soviética y
sus aliados en Europa Oriental, pero algunos países del Mediano Oriente y
Africa del Norte todavía los apoyan. Sin embargo, Teherán y Trípoli están menos
ansiosos de afirmar que tienen el derecho divino de llevar a cabo operaciones
de terrorismo fuera de sus fronteras; el ataque aéreo estadounidense de 1986
contra Libia y los diversos boicoteos contra Libia e Irán tuvieron efecto. Hoy
en día ningún gobierno se ufana de las luchas realizadas por otros a los que
instiga y apoya.
Por otra parte, el Sudán, sin mucho bombo, se
ha convertido para los terroristas en lo que fuera la Costa de Berbería para
los piratas en otras épocas: Un santuario. El gobierno militar en Kartum,
aislado políticamente, enfrentado a una economía desastrosa y respaldado por
líderes musulmanes, cree que nadie quiere tener nada que ver con el Sudán y por
tanto puede impunemente apoyar a terroristas de muchos países. Esa confianza se
justifica siempre y cuando el terrorismo sea sólo una molestia, pero, si pasa a
más, las reglas del juego cambian y tanto los terroristas como sus protectores
se ven sometidos a una grandes presiones.
OPORTUNIDADES
DEL TERRORISMO
Las historia muestra que el terrorismo
generalmente tiene poco efecto político y que cuando lo tiene es, con
frecuencia, lo opuesto del que persigue. El terrorismo de los ochenta y los
noventa no es una excepción. El asesinato de Rajiv Gandhi, en 1991, cuando
hacía campaña para volver a ser primer ministro, ni aceleró ni impidió la
declinación del Partido del Congreso en la India. En Israel,
el aumento del terrorismo por parte de hamas y hezbollah indudablemente influyó
en el resultado de las elecciones israelíes en mayo. Sin embargo, aun si logró
su meta inmediata de provocar un revés al proceso de paz, en el que la Autoridad Palestina
del presidente Yasir Arafat ha jugado su futuro, podemos preguntarnos si la
presencia de un gobierno Likud de línea dura favorece realmente los intereses
de estos grupos. Por otra parte, Yigal Amir, el estudiante judío ortodoxo de
izquierda que asesinó a Yitzhak Rabin el otoño pasado, porque desaprobaba el
acuerdo de paz con los palestinos, podría muy bien haber ayudado a elegir al
segundo de Rabin en mando, el pacifista Shimon Peres, a un período completo, si
los terroristas musulmanes no hubieran convertido otra vez en problema la
seguridad israelí.
Los terroristas causan perturbaciones y
desestabilización en otras partes del mundo, como en Sri Lanka, donde la
decadencia económica ha acompañado la guerra entre el gobierno y los Tigres
Tamiles. Sin embargo, en Israel y en España, donde los extremistas vascos han
realizado atentados durante décadas, el terrorismo no ha tenido efecto sobre la economía. Aún en
Argelia, donde el terrorismo ha cobrado el mayor precio en vidas, los
extremistas musulmanes han avanzado poco desde 1992 y 1993, cuando muchos
predijeron la muerte del impopular régimen militar.
Hay quienes afirman que el terrorismo debe ser
efectivo puesto que ciertos líderes terroristas han llegado a ser presidentes o
primeros ministros de sus países. En esos casos, sin embargo, los terroristas
renunciaron primero a la violencia y se ajustaron al proceso político.
Finalmente, según una creencia generalizada, el terrorismo puede dar origen a
la guerra o, por lo menos, impedir la paz. Esto es verdad, pero sólo donde existe mucho
material inflamable: Como en Sarajevo en 1914 o en el Mediano Oriente y en
otras partes hoy en día. Tampoco se puede decir con certidumbre que la
conflagración no habría ocurrido más temprano o más tarde en algún caso
determinado.
Con todo, las perspectivas del terrorismo, con
frecuencia sobreestimadas por los medios de información, el público y algunos
políticos, mejoran a medida que aumenta su potencial destructivo. Esto tiene
que ver tanto con la aparición de grupos e individuos que practican o pueden
tomar parte en el terrorismo, como con las armas que hay disponibles para
ellos. Las últimas décadas han presenciado el nacimiento de docenas de
movimientos atrevidos que abrazan variedades de nacionalismo, fundamentalismo
religioso, fascismo y milenerismo apocalíptico, desde los nacionalistas hindúes
en India, pasando por los neofascistas en Europa y el mundo en desarrollo,
hasta el culto Branch Davidian en Waco, Texas. Los primeros fascistas creían en
la agresión militar y formaron un enorme conglomerado militar, pero esta
estrategia ha llegado a ser demasiado costosa aún para las superpotencias.
Ahora, los catálogos que ofrecen artículos que se pueden comprar por correo
tientan a los militantes con armas de fácil adquisición, mucho más baratas, no
convencionales y convencionales (las bombas nucleares del pobre, como las llamó
el presidente iraní Ali Akbar Hashemi Rafsanjani).
Además de las armas nucleares, las armas de
destrucción en masa incluyen agentes biológicos y compuestos químicos
fabricados por el hombre que atacan el sistema nervioso, la piel o la sangre. Los gobiernos
han venido produciendo armas químicas por espacio de cerca de un siglo y armas
nucleares biológicas por muchas décadas. Durante ese tiempo la proliferación ha
sido continua y el acceso cada vez más fácil. Los medios de transporte, cohetes
balísticos, cohetes de crucero y aerosoles, también son ahora mucho más
eficaces. Mientras que en el pasado los cohetes se utilizaban sólo en guerras
entre los países, recientemente se han visto en las guerras civiles de
Afganistán y Yemen. Su uso por grupos terroristas sería sólo un paso más.
Hasta los años setenta, la mayoría de los
observadores creía que el material nuclear hurtado constituía la amenaza más
grande en la progresión de las armas de los terroristas, pero muchos piensan
ahora que el peligro podría encontrarse en otra parte. Un informe de abril de
1996 del Departamento de Defensa dice que "la mayoría de los grupos
terroristas no tiene los recursos financieros o técnicos para adquirir armas
nucleares, pero podría reunir material para fabricar dispositivos de dispersión
radiológica y algunos agentes biológicos y químicos". Algunos grupos
tienen patrocinadores estatales que poseen o pueden obtener armas de los
últimos tres tipos mencionados. Los mismos grupos terroristas han investigado
el uso de venenos desde el siglo XIX. El culto Aum Shinrikyo realizó un
atentado con gas venenoso en marzo de 1995 en el tren subterráneo de Tokio; el
contacto con el gas neurotóxico sarin causó la muerte de diez personas y afectó
a otras 5.000. Otros intentos más rudimentarios, en Estados Unidos y el
exterior, de experimentar con sustancias químicas y agentes biológicos para uso
en el terrorismo, han incluido toxinas que causan botulismo, la proteína
venenosa rycin (dos veces), sarin (dos veces), bacteria de la peste bubónica,
bacteria de tifoidea, cianuro de hidrógeno, vx (otro gas neurotóxico) y
posiblemente el virus de ebola.
¿USARLAS
O NO USARLAS?
Si los terroristas han empleado armas químicas
sólo una vez y material nuclear nunca, se debe, en cierta medida, a razones
técnicas. En la literatura científica se puede leer sobre la cantidad de
problemas técnicos inherentes a la producción, fabricación, almacenamiento y
transporte de cada una de las tres clases de armas no convencionales.
La fabricación de armas nucleares no es tan
simple, como no lo es su transporte hasta el objetivo. El material nuclear, del
cual el abastecimiento es limitado, está bajo la vigilancia del Organismo
Internacional de Energía Atómica, afiliado a las Naciones Unidas. Solamente los
gobiernos pueden adquirirlo legalmente, de manera que aún en esta era de
proliferación los investigadores podrían seguirles la pista, sin gran
dificultad, a los que apoyan a los terroristas. La vigilancia puede pasar por
alto un arma nuclear más primitiva: El material nuclear no fisionable pero
radioactivo. Se sabe que agentes iraníes en Turquía, Kazajstán y en otras
partes han tratado de comprar tal material, que se origina en la ex Unión Soviética.
Los agentes químicos son mucho más fáciles de
producir y obtener, pero no tan fáciles de guardar en forma segura en condición
estable y su dispersión depende en gran parte de factores climáticos. Los
terroristas responsables del atentado del año pasado en Tokio escogieron un
objetivo conveniente donde se reúnen multitudes de personas, pero su sarin
estaba aparentemente diluido. Los agentes biológicos son, con mucho, los más
peligrosos, podrían causar la muerte de cientos de miles, mientras que los
químicos causarían sólo miles de muertes. Son relativamente fáciles de
conseguir, pero su almacenaje y dispersión son más difíciles que en el caso de
los gases neurotóxicos. El riesgo de contaminación de quienes los manejan es
alto y muchas de las bacterias y esporas no sobreviven bien fuera del
laboratorio. Según informes, Aum Shinrikyo dispersó la bacteria de ántrax
(entre los agentes más tóxicos que se conocen) en dos ocasiones, desde un
edificio en Tokio, sin efectos dañinos.
Dadas las dificultades técnicas, es probable
que los terroristas estén menos inclinados a emplear dispositivos nucleares que
armas químicas, y menos inclinados aún a intentar el uso de armas biológicas.
Con todo, las dificultades podrían salvarse y la selección de armas no
covencionales, a la postre, es una función de las especialidades de los
terroristas y de su acceso a sustancias mortíferas.
Las razones políticas para esquivar las armas
no convencionales son igualmente de peso. El riesgo de ser descubierto y de
venganza dura o la sanción severa subsiguientes es grande y aunque quizás esto
no disuada a los terroristas, sí puede disuadir a sus patrocinadores y
abastecedores. Los terroristas ansiosos de emplear armas de destrucción en masa
pueden alejar por lo menos a algunos patrocinadores, no tanto porque odien
menos al enemigo o tengan escrúpulos morales mayores, sino porque creen que el
empleo de ese tipo de violencia es contraproducente. Los ataques con armas no
convencionales podrían dejar regiones enteras inhabitables por largo tiempo. El
empleo de armas biológicas presenta el riesgo adicional de una epidemia incontrolable.
Y aunque parece que el terrorismo tiende hacia el asesinato y el pánico
indiscriminados, quizá los terroristas no estén dispuestos a utilizar armas de
superviolencia que causan daño tanto al enemigo como a un buen número de sus
parientes y amigos del terrorista, digamos, kurdos en Turquía, tamiles en Sri
Lanka y á abes en Israel.
Además, el terrorismo tradicional se basa en
el gesto heroico, en la disposición a sacrificar la propia vida como prueba de
idealismo personal. Es obvio que no hay mucho heroísmo en propagar botulismo o
ántrax. Debido a que la mayoría de los grupos terroristas están tan interesados
en la publicidad como en la violencia, y como la publicidad originada por una
intoxicación en masa o una bomba nuclear sería mucho más desfavorable que la de
un atentado convencional concentrado, sólo los terroristas que no están
interesados en publicidad considerarían el uso de armas no convencionales.
En términos generales, los terroristas no
cometerán excesos si sus armas tradicionales, la ametralladora y las bombas
convencionales, son suficientes para continuar la lucha y lograr sus metas. Con
todo, la decisión de emplear violencia terrorista no siempre es racional; si lo
fuera, habría mucho menos terrorismo, ya que la actividad terrorista rara vez
alcanza sus propósitos. ¿Qué pasa si después de años de lucha armada y de
pérdida de muchos de sus militantes los grupos terroristas no ven progreso? La
desesperación podría llevar a abandonar la lucha o al suicidio, pero también
podría conducir a un intento último y desesperado de derrotar al enemigo odiado
con armas no empleadas antes. Como dijera de si mismo uno de los personajes de
Racine, su "única esperanza yace en su desesperación".
APOCALIPSIS
A LA VISTA
Los grupos terroristas tradicionalmente han
tenido fuertes elementos cuasireligiosos y fanáticos, ya que sólo la certitud
absoluta de una creencia (o el relativismo moral total) ofrece justificación
para matar. Ese elemento era fuerte entre los terroristas prerrevolucionarios
rusos y los fascistas rumanos de la Guardia de Hierro de los años treinta, como
lo es entre los Tigres Tamiles de hoy. Los musulmanes fanáticos consideran que
el asesinato de los enemigos de Dios es un mandamiento religioso y que los
librepensadores en sus países, así como el estado de Israel, serán destruidos
porque esa es la voluntad de Alá. La doctrina del Aum Shinrikyo sostiene que el
asesinato puede ayudar tanto a la víctima como al asesino a alcanzar su
salvación. El fanatismo sectario ha vuelto a surgir durante la última década y,
en general, entre más pequeño sea el grupo más fanático lo es.
En momentos en que la humanidad se aproxima al
final del segundo milenio de la era cristiana, están en ascenso los movimientos
apocalípticos. La creencia en el final inminente del mundo es probablemente tan
antigua como la historia, pero, por razones no muy claras, las sectas y los
movimientos que lo anuncian adquieren influencia cuando se aproxima el final de
un siglo y, aún más, al cierre de un milenio. La mayoría de los que pregonan el
fin del mundo no propugnan la violencia y algunos incluso presagian un
renacimiento, el advenimiento de un nuevo hombre y una nueva mujer. Otros
creen, sin embargo, que entre más pronto se establezca el reino del anticristo,
más rápidamente se destruirá este mundo corrupto y se establecerá el nuevo
cielo y la nueva tierra, previstos por San Juan en el Libro de las
Revelaciones, por Nostradamus y por toda una gama de profetas.
A los milenarios extremistas les gustaría
darle un empujón a la historia y ayudar a crear una devastación de fin del
mundo, repleta de guerras universales, hambrunas, pestilencia y otros flagelos.
Quienes sostienen dichas creencias llegan a
los cientos de miles y quizá millones. Tienen sus propias subculturas, producen
libros y discos compactos por millares y construyen templos y comunidades cuya
existencia no conoce la mayoría de sus contemporáneos. Tienen a su disposición
considerables recursos financieros. Aunque los grupos apocalípticos más
extremistas son terroristas en potencia, en general los servicios de
inteligencia no han hecho caso de sus actividades; de aquí la sacudida que
produjo el atentado en Tokio y el asesinato de Rabin, para mencionar sólo dos
acontecimientos más recientes.
Los elementos apocalípticos surgen en las
tendencias intelectuales contemporáneas, así como en la política extremista.
Por ejemplo, los ambientalistas de extrema, particularmente los llamados
ecólogos restauradores, creen que los desastres ecológicos destruirán la
civilización que ahora se conoce, lo cual no significa una pérdida desde su
punto de vista, y consideran sacrificable a la gran mayoría de los seres
humanos. Con esas creencias y valores como punto de partida, no significa un
gran paso llevar a cabo actos de terrorismo para acelerar el proceso. ¿Si la
erradicación de la viruela disturbó los ecosistemas, por qué no restaurar el
equilibrio trayendo nuevamente el virus? El lema de "Caos
Internacional", una de las muchas publicaciones en este campo, es una cita
de Hassan I. Sabbah, maestro de los Asesinos, secta religiosa medieval cuyos
miembros mataban a los cruzados y a otros en éxtasis "religioso";
todo se permite, dice el maestro. El mundo premoderno y el postmoderno se
funden en este punto.
SHOCK
DEL FUTURO
Al escudriñar la escena contemporánea se
encuentra una multiplicidad de grupos terroristas y potencialmente terroristas
y sectas que lo deja a uno perplejo. Los profesionales del terrorismo, tal como
nos eran conocidos hasta ahora, eran nacionalistas y anarquistas, extremistas
de izquierda y derecha. Pero la nueva era ha traído nueva inspiración, agregada
a la vieja, a quienes practican la violencia.
En el pasado, el terrorismo era casi siempre
el dominio de grupos de militantes que tenían el respaldo de fuerzas políticas,
como los movimientos sociales revolucionarios de 1900 en Irlanda y Rusia. En el
futuro los terroristas serán individuos o gente de la misma mentalidad que
trabaja en grupos pequeños, en forma parecida al "Unibombardero",
enemigo de la tecnología que aparentemente, trabajaba solo al enviar
paquetes-bomba por espacio de dos décadas; o a los perpetradores de la
explosión de 1995 del edificio federal en la ciudad de Oklahoma. Un individuo
puede tener la habilidad técnica para robar, comprar o fabricar las armas que
necesite para un fin terrorista; quizás necesite, o no necesite, la ayuda de
otra u otras dos personas para transportar esas armas hasta el objetivo
escogido. Es probable que las ideologías que abracen tales individuos y
minigrupos sean aún más aberrantes que las de los grupos más grandes. Y los
terroristas que trabajan solos o en grupos muy reducidos serán más difíciles de
descubrir, a menos que cometan un grave error o se les descubra por accidente.
Por tanto, a un extremo de la balanza aparece
el terrorista solo y al otro florece calladamente el terrorismo apoyado por el
Estado, en esta época en que las guerras de agresión han llegado a ser
demasiado costosas y demasiado arriesgadas. Cuando este siglo llega a su final,
el terrorismo se ha convertido en un sustituto de las grandes guerras del siglo
XIX y principios del siglo XX.
La proliferación de las armas de destrucción
en masa no significa que sea probable que la mayoría de los grupos terroristas
las utilicen en el futuro previsible, pero algunos ciertamente lo harán, a
pesar de todas las razones que están en su contra. Los gobiernos, aunque sean
inhumanos, ambiciosos y en extremo ideológicos, estarán renuentes a entregar
armas no convencionales a los grupos terroristas sobre los que no pueden tener
completo control; es posible que los gobiernos se sientan tentados a emplear
ellos mismos tales armas en un ataque inicial, pero es más probable que las
utilicen para el chantaje que para una contienda armada. Los individuos y los
grupos pequeños, sin embargo, no estarán sujetos a las consideraciones que
detienen aún a los gobiernos más temerarios.
La sociedad también es ahora vulnerable a una
nueva clase de terrorismo, en el cual el poder destructor, tanto del terrorista
individual como del terrorismo como táctica, es infinitamente más grande. Los
terroristas de antes podían asesinar a reyes y altos dignatarios, pero otros,
ansiosos de heredar su posición rápidamente los reemplazaban. Las sociedades
avanzadas de hoy dependen cada día más del almacenamiento, recuperación,
análisis y transmisión electrónicos de la información. La
defensa, la policía, la banca, el comercio, el transporte, la labor científica
y un gran porcentaje del gobierno y del sector privado llevan a cabo trabajos y
transacciones en línea. Este método expone enormes esferas vitales de la vida
nacional a la malicia o sabotaje de cualquiera que obtenga acceso no autorizado
a un sistema de computadoras y el sabotaje concertado podría dejar a un país
incapaz de funcionar. De aquí la creciente especulación sobre el infoterrorismo
y la guerra cibernética.
Un funcionario de inteligencia estadounidense,
cuyo nombre no se ha mencionado, se ha jactado de que con mil millones de
dólares y 20 excelentes programadores que logren acceso a los sistemas de
computadoras podía cerrar a Estados Unidos. Lo que éste podría lograr lo podría
lograr también un terrorista. Hay muy poco sigilo en la sociedad conectada y
las medidas protectoras han demostrado tener un valor limitado; adolescentes
con grandes habilidades en electrónica han penetrado sistemas de computadores
altamente secretos en todos los campos. Las posibilidades de crear caos son
casi ilimitadas aún ahora y es casi seguro que la vulnerabilidad aumentará. Los
objetivos de los terroristas cambiarán: ¿Para qué asesinar a un político o
matar gente indiscriminadamente cuando un daño a un centro de conexiones
electrónicas produce resultados más espectaculares y duraderos? El centro en
Culpeper, Virginia, sede de la red electrónica de la Reserva Federal,
que maneja todos los fondos y transacciones federales, sería un sitio obvio
para un golpe. Si el nuevo terrorismo dirige sus energías hacia una guerra en
el campo de la informática, su poder destructivo será exponencialmente mayor
que cualquiera que haya podido ejercer en el pasado, más grande incluso de lo
que podría ser con armas biológicas o químicas.
Con todo, la vulnerabilidad de los estados y
las sociedades será de menos interés para los terroristas que para los
delincuentes comunes y las organizaciones delictivas, los empleados
descontentos de las grandes compañías y, por supuesto, los espías y los
gobiernos hostiles. Los ladrones electrónicos, bien sea que se dediquen al
fraude con tarjetas de crédito o al espionaje industrial, son parte del sistema,
lo utilizan, no lo destruyen, su destrucción les costaría su modus vivendi. Los
grupos terroristas políticamente motivados, sobre todo los separatistas
empeñados en establecer sus propios estados, tienen metas limitadas. El Partido
Laboral Kurdo, el IRA, el ETA y los Tigres Tamiles quieren debilitar a sus
enemigos y forzarlos a hacer concesiones de gran alcance, pero, en realidad, no
pueden esperar destruirlos. Sin embargo, es también posible que grupos
terroristas al borde de una derrota o actuando inspirados por visiones
apocalípticas no vacilen en emplear todos los medios destructivos a su
disposición.
Todo esto lleva mucho más allá del terrorismo
que nos es conocido. Quizá se necesitan nuevas definiciones y nuevos términos
para las nuevas realidades, y los servicios de inteligencia y quienes formulan
las políticas deben aprender a discernir las diferencias significativas que
pueden existir entre las motivaciones de los terroristas, los enfoques y las
metas. La Biblia dice que cuando Sansón, personaje del Antiguo Testamento,
derribó el templo, sepultándose a si mismo y a los filisteos en la ruinas,
"las muertes que causó con la suya fueron más que todas las que causó en
su vida". Los Sansones de la sociedad han sido relativamente pocos en
todas las épocas. No obstante, con las nuevas tecnologías y la naturaleza
cambiada del mundo en que operan, un puñado de Sansones enfurecidos y
discípulos del apocalipsis serían suficientes para causar devastación. Es
posible que de 100 intentos de superviolencia terrorista 99 fracasen, pero uno
solo que tenga éxito podría dejar muchas más víctimas, producir más daño
material y desatar un pánico más grande que cualquier otra cosa que el mundo ha
experimentado hasta ahora.